La experiencia supone que el actor cambie de papel, el personaje que uno ha vivido interpretando por otro conforme a dicha experiencia.
Obcecarse, conformarse en seguir interpretando el mismo pues uno ya sabe realizarlo mecánicamente, es no aceptar valientemente el reto de interpretar el que a uno ya, ya le corresponde interpretar.
Mi voz, por femenina, no sirve para lograr nuestro objetivo, objetivo que es moral.
La voz, por lo explicado y obvio, que vale para enseñar es la viril del adulto moral. A mi no me supone ningún problema que así sea, no me crea complejo alguno de inferioridad. Uno u otro qué más da. Yo no soy el problema.
Lo esencial, lo realmente importante, lo vital es que se haga; es asumir el enseñar con claridad, bien para dar fin a esta terrorífica confusión de conceptos; a este caos mental.
Mis palabras no comprometen, lo que lo hace es la propia madurez mental.
A mi no me comprometieron las palabras dichas por fuentes pasadas, ni un hijo adquiere como propios los adquiridos por un buen padre fallecido, carnal y mental o solo mental, con el que se es agradecido por hacerle a uno adulto mental. Padre que se sentiría, seguro, orgulloso de ser superado por su hijo.
Ser adulto mental significa participar de una misma voluntad sin más.
Quien no intenta hacer algo nunca sabrá lo y cuanto es capaz de realizar
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