Érase una vez que era
que una reina hormiga tuvo un hijo
al que dejó como herencia su trono
y el miedo a la muerte eterna, el olvido.
Por esta su sinrazón, inexistente discernimiento dejaba recordatorios,
obviando que ser un vivo recuerdo
no es lo mismo que estar vivo
y que de plantas, burros, insectos, materiales había recordatorios
por los que eran recordados,
pero no por ser lumbreras
ni brillar purificados de su irracionalidad.
No hay más que ver esos fastuosos panteones,que construyen en vida algunos personajes,con la pretensión de perpetuarse en este mundo.
ResponderEliminar