Erase una vez un niño,
por serlo voluntad débil
Y erase que era un adulto,
con ya el instinto formado,
que obedecía a ese niño
por lo que el niño creía
y por creerlo veía
que de los dos era el fuerte
y que el adulto era el tonto
No se confunda el adulto
y reconozca a ambos bien
que ha de llevar el las riendas
Los criterios infantiles
por instintos sin hacer
no puede tomar en cuenta
Los que cuentan son los de él.
Y aún menos han de importarle
los viciados, caprichosos
! No tienen ni voz, ni voto !
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