Érase una vez que había
un defensor, socarrón;
reíase con ironía
disimulando sentía.
Nadie veía los aguijones
que había en su corazón
ni emanaban sus heridas
eslabonados rubíes,
más fluía para adentro
el caudal de sentimientos.
Siendo cuantiosas espinas
no se desangró su amor
que su tesoro creció,
se enriqueció en sentimientos
que ocultaba avergonzado
confundiendo, equivocando
fortaleza con ser duro
como son los verdes machos
a los que no causa empacho
mostrar lo verdes que son.
Alguien le dijo al oído
al tímido defensor,
al héroe pudoroso
- Para fuerte el corazón,
no hay nada más musculoso
ni palpitar más hermoso
ni existe sangre más noble
que la del humano, el hombre
Así que abre ya tu arca
y enseña al mundo el tesoro.
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