Había una vez una familia a la que los impúberes mentales por sus vicios hicieron caer en desgracia.
No teniendo para vestir ni comer ni lecho seco para dormir, la viuda madre se echó a la calle a pedir y llamó a una puerta en la que nada faltaba y todo sobraba. Saliendo la dueña dejó a sus hijos sin techo, ropa ni un trozo de pan que llevarse a la boca.
Al día siguiente el frío y el hambre se apoderaron de esta empobrecida familia y fue y llamó a la puerta ocupada por aquella y sus hijos a los que todo dio.
Saliendo la nueva dueña puso unas y otras excusas para no darles ni agua.
La empobrecida familia tiritando de frío y con dolor de tripas a causa del hambre se abrazaron y echaron a llorar.
Una mujer que los vio se acercó y al escuchar su relato les ofreció acercarse a su casa.
- Algo seguro que sobra en mi casa
Al llegar abrió los armarios y viendo que a cada uno de sus hijos les sobraba un pantalón y una prenda de abrigo y camisetas se los dio. Tras ello se fue a la cocina y repartió la comida entre sus hijos y ella, ya que si les faltaba nadie cuidaría de ellos. Lo hizo de forma que ni les faltase ni sobrase en el plato y el resto se lo dio a la empobrecida familia, así como alguna almohada y otros enseres que en realidad lo que hacían era ocupar sitio, estorbar y darla trabajo.
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