El fuego de la cocina hace que resucite, reviva su recuerdo. La boca se me hace agua al pensar en su fresco dulzor y la imagino rugosa en mis manos. El espesor de su piel en forma de pelirojo tirabuzón va empapando de su sabor mis salinos dedos y salivo jugosa como si fuera ella, como si fuera la naranja valenciana tan conocida mía. El saber su sabor, su color, su textura, su olor y cri cri, el sonido que hace su pulpa entre mis dientes me incita comer una y mi paladar deseoso se moja.
La libertad, femenino, es aún más deseable.
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