No bastando con ello no se supeditan a lo que diga ninguna docta autoridad en psiquiatría, psicología, neurología ni en lo dicho por quienes encontraron al pastel de canela y miel transformado en una tarta derramando por sus ojos y en todos sus gestos y posiciones un manantial de almendra amarga; la gula es la gula aunque la carne, los cuerpos sean nuestros y hayan sido invadidos contra nuestra voluntad como quienes invadían con arietes los castillos. La gula es la gula y nada importa este reino de células que nos pertenece, que es nuestro, que es nuestro legítimo símbolo por ser el natural y nada importan nuestros cerebros, nuestras neuronas en esos momentos ni que esos recuerdos se bloqueen o revivan, renazcan, resuciten incensantes ante cualquier cosa que estimule nuestra memoria y en la de los nuestr@s que, igualmente, queda marcada, señalada como la piel de una res.
Quien solo es carne solo ve carne. Es lo que tiene la sinrazón, la irracionalidad microscópica y macroscópica, da igual ya que todos carecen de la capacidad intelectiva racional, humana, Sapiens Sapiens que no a todos, está claro, caracteriza.
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